MAR. 27 JUN. 2017

Virgilio Martínez: Desilusión Marca Netflix

No sabía que existía un foodie dentro de mi. Supongo que me gusta la comida, tal vez un poco más que al promedio; suelo buscar lugares nuevos y pedir recomendaciones. Tengo mis lugares favoritos y valoro la relación precio-calidad, pero de eso a llegar a ser un sibarita —qué horrible palabra—, habría sido uno de los giros más inesperados.

En mi niñez, mis papás sufrían para hacerme comer vegetales, para probar nuevos sabores y puedo inferir, rezaban al cielo de que su pequeño retoño no atentara contra las buenas costumbres de un huésped cuando comía fuera de mi casa.

Caí en cuenta que me gustaba la comida cuando gasté más de mil pesos en una cena hace algunos años. Confirmé mis sospechas cuando dije que sí volvería.

El año pasado, un buen amigo, nos contaba que sería buena idea ir a Perú ya que —supuestamente— Machu Picchu cerraría. En enero de este año compramos boletos y comenzamos a planear las vacaciones. Además, uno de los mejores 5 restaurantes del mundo está en Lima.

Estaría evadiendo la verdad si les dijera que la principal motivación para ir a Perú sería solo conocer una de las siete maravillas modernas—es importante, sí—, pero la emoción era compartida por la cocina de alto nivel, de Virgilio Martínez. Si la experiencia del mejor restaurante en México fue sublime, cómo sería la del mejor de Latinoamérica?

El grupo se preparó: vimos Chef’s Table, nos dejamos encantar por la filosofía de Virgilio y su menú de diferentes altitudes. Investigamos, confiamos, nos saboreamos la comida antes de estar medianamente cerca y, por supuesto, hicimos un importante esfuerzo para tener un guardadito nada despreciable. Hay gente que gana eso en un mes—y nosotros lo íbamos a gastar en el transcurso de un par de horas. Pero lo vale, cierto? Netflix no puede mentir, la lista de los 50 mejores del mundo tampoco.

Lo que sucedió esa noche del 9 de junio del 2017 tiene una sola forma de ser descrito: una bofetada. Tras decidir si desébamos el menú degustación de 11, o el de 17 tiempos —al cual terminamos eligiendo este último; si venimos tan lejos, que valga la pena, no?—, y tras una considerable espera, los primeros platos comenzaron a llegar, así como sus explicaciones, aunque un poco escuetas y que encontramos un parecido a cómo se hace un plumbus, ya que muchas palabras no tenían sentido para nosotros.

Tengo que reconocer que comenzó bien; los primeros 4 o 5 platillos fueron exquisitos en su mayoría; las explicaciones y las palabras raras, independientemente de su calidad, no harían que el plato supiera mejor, o peor. Y luego, una racha mala: dos o tres platillos consecutivos francamente decepcionantes.
Para el platillo #11 los comensales estábamos hartos; ya no queríamos más—ya no podíamos más. Los tiempos de los platillos, lo intrascendentes y lo mal cuidada que fue la experiencia terminaron por derrocarnos a las dos terceras partes del camino. Si hubiera habido una opción de cerrar la cuenta ahí e irse, no vería a nadie rechazándola.

No escribo estas palabras como crítico de comida, soy solo un tipo al cual le gusta comer y destruir su café echándole crema y azúcar. Escribo como mercadólogo, y diseñador de experiencias, y creo que es en la satisfacción del todo donde se quedan cortos.
Ofrecen dos opciones: un menú de 11, y uno de 17 tiempos, pero no se aseguran de que el más caro sea al menos proporcionalmente mejor que el otro; al contrario, logran hacer un suplicio algo que debería ser disfrutado, y, potencialmente, una historia maravillosa para contar. Y eso es lo que debe vender cualquier restaurante—el sabor de boca que se va a quedar durante muchos años.
Las explicaciones quedan en segundo término; a la experiencia le faltó mantener el interés, física y emocionalmente. Para el tiempo que se tarda entre platillo y platillo, nos mataron el apetito —y hay muchas formas de evitarlo—, y también el nervio, la emoción y la excitación de disfrutar la alta cocina.

No les puedo decir que vayan, o que no vayan a Central. Nuestro mismo grupo tuvo diferentes experiencias. Lo que sí les puedo comentar es que hay mejor producto nacional, y con una experiencia muy superior. Eso, y que Netflix es un excelente vendedor.

P.S. The World’s 50 Best Restaurants List Is Also a Bad Bucket List Falta de diversidad y no olvidemos que es un negocio.
P.P.S. CFDI 3.3: Lo Que Necesitas Saber Nuevos y emocionantes cambios a la factura electrónica.

Virgilio Martínez: Desilusión Marca Netflix fue escrito por @rafael_soto_ el día martes 27 de junio de 2017 a las 11:32 p. m.

Este post fue etiquetado: comida viajes marketing reflexión

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Comentarios

#1 mut coins ps4 (1/9/2017 @ 8:09 p. m.)

That’s not the point.

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