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Estas últimas semanas, incluso antes del lanzamiento en Netflix, era imposible no escuchar de Roma. Cientos de proyecciones en diferentes lugares —menos en las cadenas de siempre— daban testimonio de lo espectacular que es la nueva obra de Cuarón. De alguna manera logré no enterarme más que de algunos detalles mínimos, y decidimos no verla en la TV, sino en la pantalla grande, esperando con paciencia una fecha en la Cineteca.

Me he tomado algunos días para procesar qué decir acerca de Roma, ya que su impacto no es menor. Es una cinta que te toma del brazo, da un fuerte apretón, luego una violenta zarandeada para terminar en un abrazo.

Esta es una de esas películas en las que vuelvo a descubrir la magia del cine. Como un buen truco de prestigiditación, nos asombra acerca de cómo algo de esa manufactura pudo haber sido creada. Luego recordamos que estamos hablando del director de Children of Men y empezamos a entender un poquito.
Después tenemos la ambientación, el sonido, los efectos prácticos, la dirección de fotografía, que brillan por sí mismos, pero que de alguna forma solo son complementarios para darle los reflectores a los verdaderos protagonistas: la trama y la actuaciones.

De la historia solo puedo reprochar los primeros minutos que son un poco lentos y tal vez que una película de más de dos horas resulta un poco extensa. Fuera de eso, es muy buena.
Lo genuinamente impresionante son las actuaciones, en especial de Yalitza Aparicio, que yo no sé si es una actuación que parece de una actriz con muchas películas en su haber; pero que sin duda movió fibras sensibles en más de una ocasión.

En resumen: muy probablemente no solo la película del año, sino de la década. Roma es una cinta muy bien lograda con un mensaje muy personal, pero uno que podemos comprender como parte de una colectividad. Si pueden verla en la pantalla grande, mucho mejor, ya que de esta forma apoyamos a pequeños cines que tienen muy poco para competir contra las cadenas grandes.

Aplausos a Alfonso. Recuerdo hace no muchos años cuando la idea de que un mexicano fuera nominado al Oscar era una fantasía, no digamos que sea ganador. Corte a los últimos años y nuestros compatriotas mexicanos ya no han soltado los reflectores.